En mi último viaje a mi querida Andalucía, hace tan sólo dos meses, visité una de las ciudades marineras con más encanto de la región, Cadiz. Casi por casualidad, fui a parar a El Lucero del Muelle, antes conocido como el Bar Lucero, uno de aquellos sitios con solera, un bar de toda la vida que hace historia de nuevo.
Un lugar de paso recientemente reformado con mucho gusto, en el que destaca una pieza divertida, original y muy colorista: las lámparas amarillas que penden sobre la mesa. Me parecieron diseñadas a medida para el lugar, pero no, se trata del modelo Santorini, de Sputnik Estudio en 2014 para la firma Marset.
Recordé inmediatamente otro restaurante, El Cercle, esta vez en Barcelona, en la que otro modelo de luminarias de techo me enamoró definitivamente: las fabulosas Pleat Box, diseñadas por Xavier Mañosa de Apparatu & Mashallah, en 2011, también para Marset.
Porque Marset no es cualquier marca de iluminación. Es una de aquellas firmas que dejan huella por su calidad, diseño y humanidad, una auténtica vocación por el buen diseño, “entendido como la ejecución impecable de cada proyecto a lo cual dedicamos nuestros más grandes esfuerzos. Porque buscamos un objeto bien hecho, que sea asimismo capaz de innovar y sorprender, de emocionar y acompañar.”, tal y como ellos mismos destacan.
Y como cualquier esfuerzo merece su recompensa, recientemente, el Ministerio de Economía y Competitividad ha concedido a Marset el Premio Nacional de Diseño 2015, el más alto galardón que se otorga en España a empresas que utilizan el diseño con éxito en su estrategia de innovación.
Un reconocimiento al alcance de pocos del que Marset, ya forma parte de su historia. Porque diseños como Discocó, Scotch Club, Mercer, Nenúfar, Camp, Nolita o Scantling, entre muchos otros, nunca pasarán desapercibidos. Clientes privados, oficinas, restaurantes y hoteles, lo confirman.
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